viernes, 18 de diciembre de 2009

Portal de Agua Entre dos Mundos

A pedido del público... un poema "acuático"... ya viene el poema "etéreo", si todo sale bien vendrá el poema de la tierra y el del fuego...

Portal de agua entre dos mundos


Déjenme estirarme un poco
llegar con mi mano hasta el océano

Déjenme humedecerme un poco
dibujar galaxias con mis dedos

Relajar mi cuello
hundir mi brazo en el agua
reírme con mis mejillas

Flotar en la frescura
suspendido eterno fragor

Déjenme quedarme envuelto en mi mismo
sin timón
a la deriva

lunes, 14 de diciembre de 2009

3 poesías breves


Alba

Alba tierna de mañana
semilla frescor
aire nuevo
soplido
brote de árbol
colores de primavera


renacer soleado en la fragua del sueño


Venir como perro nuevo
tambaleante y tonto

buscar de nuevo
luces luz calor
sentido fuerza
rocío que nace de nuevo



aquí conmigo
conmigo acá
desde abajo
abajito
allacito

ven



Quietud

Lluvia: muda desnudez

Quieto mirar el mundo

Desgájame silencio

Llueven cenizas y cirios

Llueven golondrinas de jade

Llueven recuerdos del cielo

Triste y desgajada el agua desde el cielo cae

Llueve en la tensa quietud del mundo,

que inmóvil espera

Que todo vuelva a girar



Despierto


Girasoles

Niños jugando

Naranjas

Rosas

Susúrrame mañana

Susúrrame el cristalino color del silencio

Despiértame tibio

Cálido amanecer de girasoles




El Fuego y la Noche

Buscar los fragmentos de la noche

Escarbar profundo dentro amargo

Mirada lánguida, dedos, vacío, distancia

Pupilas coloradas

La noche es como una caricia

Inescrutable desenfrenada

La noche es un abrazo tierno y afilado

aullidos indecibles en este otro puerto

recovecos y laberintos

Extraviarse nocturno

Perplejidad incisa en los muros

Angustia apretada en un puño

Cabezas contra las fachadas

Figura escuálida vagabunda y errante

Árbol sin raíces que te quemas en la cima del monte

Llama caricia de fuego

Ígneo abrazo rama quemada tierra quemada

historias manos ojos sueños cunetas botellas libros palabras

todo consumido en este catártico rogo

arderá ardiendo todo en un solo eterno segundo

silbido chirriante

lamento estridente

silencios pesares y aullidos en el fuego eterno de la noche

Final: Los Heladeros Nazis Deben Morir

III

Si po’ loco, somos nacionalsocialistas nosotros, porque estamos chatos, chatos de todo. Estoy chato de estos judíos infiltrados en nuestra patria, que se hacen millonarios con el sufrimiento de mi pueblo, estoy chato de la gente que degenera mi país. ¿Cómo qué quién? pero si vo’ hay estudiado po’ flaco, erí' culto, no te hagai’ el weón conmigo, ¿querí más chela? De los peruanos, de los judíos, de todos los que arruinan nuestra patria, que se la venden al judío que parasita sobre nuestra sangre, de esos weones estoy chato.

Porque sí po’, porque tienen razón po’, tú no viví' ahí donde vivimos nosotros, lleno todo de droga y de delincuentes, y bueno mi hermano era nazi, mi vecino también y tenían razón, si los gobiernos pro-judíos y débiles que tenemos no hacen nada entonces lo hacemos nosotros, y si hay que pegarles a los locos ¡les pegamos po’! ¿O no Franz? Y si vienen esos guatones cerveceros de los Sharp, ¡les pegamos también! Si se pasa bien al final. Si po’, porque sí no más, los punks me caen mal, todos curaos, escuchando esa wea de música, siempre curaos o volaos, los he visto hasta aspirando neoprén en la plaza a esos, ¿vo' creí que weones así a nosotros nos vana dar miedo? Nos cagamos de la risa cuando les pegamos. No po’, si tampoco andamos pegándole a todo el mundo, si nosotros somos revolucionarios, estamos en contra de este capitalismo de los judíos, a nuestro pueblo no les vamos a andar pegando, pero a los weones que odiamos si nos buscan sí po’. Ya te dije, los peruanos, los bolivianos, los punks, los emos, los curaos, los volaos, todos los que degradan nuestra patria, nos tienen chatos. Ya sí Franz tení razón, no nos pongamos cuáticos tampoco, si estamos carreteando, pásate la pilsen po flaco, ¡la estay puro entibiando!

La otra vez, estuvimos hasta terrible tarde, tomando unas chelas, escuchando los Gesta Bellica, Arma Blanca, Chaos 88, hail Hitler toda la noche... ¿Hitler? Porque si po’, porque el loco era seco, fue el único que lucho de verdad contra la plaga judía que infectaba el mundo, el luchó de verdad por lo que creía, dio su vida por la causa, es como un ejemplo cachai, como los mártires del Seguro Obrero...


No po’, nosostros no somos de esos, o sea sí, antes sí, salíamos a hacer limpieza y a repartir aletazos y batazos todos los días, ahora también, pero mucho menos, porque sabemos que eso no va a cambiar el sistema, pero igual la limpieza étnica y barrial es necesaria, además ¿qué otra cosa vai’ a hacer cuando tení’ rabia? O sea con el Javier veíamos como nuestra villa se degradaba, todo lleno de flaites, de drogadictos, homosexuales, weones curados, ¿Qué? No, eso no es divertirse, eso es depravación, una cosa es tomarse unas chelas piola, yo te hablo de weones tomando y drogándose todo el día, esos son los weones que echan a perder nuestra patria, es el resultado de la educación judía, de la manipulación de los medios de comunicación, así nos tiene el sionismo, así nos quiere, esclavos de su dinero, de sus banqueros... No esos weones son todos puros delincuentes, están todos al servicio del judío internacional, si Marx, Allende, son todos judíos y masones weón, esos otros salen a la calle y se encapuchan pa' pura dejar la cagá’, pa’ hacer daño, pa’ atacar a las fuerzas de orden, a Carabineros, la única institución que trata de hacer algo con toda esta decadencia, no esos weones que se encapuchan, esos no están contra el sistema, son parte de él, están al servicio de Israel esos weones...

IV

¿Cómo no va a ser un mundo de mierda este mundo en el que vivimos si al final hay que andar poniéndose del lado de los “malos”? que malos, puros pendejos perdidos por la vida, tú no viste como los pateaban weón, y yo tratando de pararlos, loco si ya les pegaron, déjenlos piola loco, te lo vai’ a pitear, les decía yo, sino es por el hermano del Gato me agarran de nuevo y más encima a cadenazos, esas brutalidades no tienen sentido si al final son cabros chicos que decidieron ser nazis porque el hermano es nazi, pero no es que cachen algo, si el hermano era mormón el loco se hacia mormón, y yo quedé con fama de nazi ahora po’, soy el nazi de la U’ ahora porque defendí a los cabros chicos, y si eran buena onda, que iba a ser ¿y acaso estos otros weones no son violentos? No viste como los masacraron a estos cabros, si a los nazis también se los pitean, y a mi una vez a la salida de un bar me querían pegar unos guatones Sharp porque sí, uno me pegó un rodillazo que me dolió como dos días, al final tuve que arrancar, si son lo mismo. Si la elección es entre los unos y los otros chao, no me interesa, que mundo de mierda loco, lo terrible son las fronteras entre el bien y el mal que han desaparecido, como no va a ser este un mundo de mierda si quedamos atrapados en medio de la desolación, estamos en medio de un desierto, de un desierto vacío, ¿de que nos agarramos? Ya no hay ni buenos ni malos, o sea yo soy de los malos ahora porque defendí a dos cabros que les estaban pegando, con cadenas y todo entre seis. Y no me vengan con la historia de que son nazis, esos cabros no son nazis, como los que les pegan no son ni comunistas ni anarquistas ni nada, ¿Cómo no va a ser un mundo de mierda si las ideologías por las que la gente moría, por las que estaba dispuesta a morir por tener un futuro mejor están reducidas a bandas de cabros borrachos que se buscan en las plazas pa’ agarrarse a palos?

Y uno ahí que tiene que seguir yendo con la cabeza gacha, a buscar pega, alrededor siento que se desmorona todo, estudié cinco años tratando de entender como funciona este mundo y después uno sale a dar una vuelta con unos cabros engrupidos, pucha podrían haber sido fanáticos de los monitos japoneses, si lo que creían en el fondo no lo entendían y les daba lo mismo, pa’ que llegue después otra manada de pendejos a agarrarte a patadas y más encima en nombre de la revolución, entonces nada tiene sentido lo hemos hecho todo mal, esa wea no es culpa de los cabros, es culpa también de los partidos, de los movimientos sociales, de toda esta mierda ¿por qué un grupo de seis cabros puede pensar que agarrar a patadas a otros dos puede tener algo que ver con librar al mundo de las “cadenas de la opresión capitalista”? Esa es violencia gratuita, igual que la del otro par que salen a hacer limpieza en su barrio. Casi es mejor estar encerrado en esa heladería, al menos ahí adentro las weas son claras, estaba ese pendejo weón que se creía lo máximo por ser jefe de turno, estaba el Franz bueno pa’ las historias de minas y el loco que preparaba los helados que también era buena tela, al menos uno sabía a lo que iba, casi es mejor la alienación que estar ahora acá sentados en el pasaje afuera de mi casa, porque acá no tengo nada claro, todavía tengo moretones, acá me quedó una cicatriz, con la Fabiola casi terminamos porque creía que era nazi, si ahora en el centro se juntan los cabros del colectivo de la universidad, pero no tiene sentido, no quiero ir a escuchar discursos desanclados de la realidad, si de verdad que casi es mejor la alienación del no tener que pensar en las cosas que sentarme en medio de esta desolación, de este desierto dónde ya no hay bandos que escoger, en la pega al menos puedo enojarme con el jefe y echarle la culpa de lo mierda que es mi vida, acá afuera en la calle, si me enojo hay que hacer patota pa’ ir a pegarle a alguien o algo, lo que sea, los semáforos, los paraderos, los guanacos, los zorrillos, la ventana de la vieja que no devuelve la pelota, es todo como una película de serie B, de mala calidad, sin argumentos, los personajes sin motivaciones, el conflicto una wea artificial pa’ unir una serie de escenas de acción sin sentido, yo al menos no quiero más guerra con nadie, ya no entiendo nada, vamos a comprarnos unas pilsen que hace demasiado calor.

Capítulo II: La República de las Tres Islas.

II

Tal era la situación –al menos a grandes rasgos- cuando Nuspano de Daroschen, senador de la provincia de Gaobudouné, entró por las gruesas puertas de madera de su despacho. Atravesó con grandes zancadas los metros que lo separaban del gran ventanal que se hallaba tras su escritorio y haciendo a un lado la cortina, observó como las hojas secas caían suavemente desde las copas de los árboles. Llevó su mano derecha hacia el mentón, dejando que la punta de sus dedos se hundiera en el corazón de su barba. Cerró unos instantes los ojos e intentó reflexionar sobre el aluvión de acontecimientos que a partir de ese momento se desencadenarían sobre él. Pensó en la votación que acaba de concluir e intentó –por supuesto- mesurar en que medida el futuro de la nación estaba en sus manos. Apretó su mentón con fuerza y fue un poco más allá, pensó en que medida el futuro del mundo era el que reposaba ahora en sus manos. Se dejó caer en su cómoda poltrona. La paz era, en ese momento, como un malabarista apunto de caer por la cuerda floja, con un vasto público, expectante y atento al momento en el cual se precipitaría hacia el vacío. Sin embargo, ahora tenía la posibilidad de subir también al palco, de ser parte de los acontecimientos, el destino no estaba ya librado a su propia fuerza. Sentía, en el fondo, que por fin en sus manos tenía poder real y que podía de alguna manera moldear el devenir de los acontecimientos.

El hecho era que para aprobar la entrada en la guerra, se necesitaba una mayoría absoluta. Sin embargo, todos sabían que tal resultado era imposible, por lo que previo a la votación se tomó el acuerdo –de caballeros por cierto- que de no lograrse tal resultado, la votación tendría un vencedor aunque la diferencia fuera de un solo voto, para impedir así que las votaciones se sucedieran hasta el infinito. Se decidió así mismo, que la votación fuera a mano alzada, visible a todos. El hecho era que él, junto a otros dos senadores, habían anulado su voto, dejando la situación empantanada en un incomodísimo empate.

Apretó con fuerza el puño. Poder. Desde ese momento, todos estarían obligados a negociar con él, y él podría imponer condiciones. Podía decidir a su antojo. Por un instante dejó que su mirada divagara extasiada por los rincones de su despacho, luego la dirigió hacia el exterior. Más allá de los centenarios árboles del patio con sus hojas amarillentas de otoño, más allá de los muros del palacio senatorial, más allá de los techos y sus palomas, de los muros mismos de la ciudad, estaban los montes, al otro lado de los montes estaban las regiones costeras, el mar y el continente. El mundo. Su pensamiento se extendió hacia esas lejanas regiones. Imaginó escenas cotidianas. Una madre amantando un hijo. Un pastor guardando a sus ovejas en el corral. Un comerciante ofreciendo su mercadería. Todo eso podía cambiar de un momento a otro. Acabar para siempre, quedar anegado bajo la ola de la guerra, o mantenerse tal cual, inmutable en el tiempo. El futuro del mundo se decidiría en la próxima votación.

Pensó en su siempre postergada y olvidada provincia. No era más que una región recóndita en la isla de Dodara, a su vez la menos importante, a pesar de la historia, de las tres islas. No era rica, en lo absoluto. El hierro con el cual se habían forjado las armas con las que se peleó en la guerra de liberación se había prácticamente agotado. Y los mineros se transformaron en pescadores. La tierra no era especialmente fértil y la geografía abrupta no era por cierto una ayuda ni para la agricultura ni para el pastoreo. Y si por alguna casualidad un año traía consigo la suerte de una buena cosecha, el grano excedente solía perderse bajo la forma de impuestos. Y aunque en principio los Daroschen se habían opuesta a la república, ya que la sentían como una amenaza a su condición de familia noble, con el tiempo ellos mismos se empobrecieron, y con el divagar de los años se sintieron cada vez más distantes del mundo de la nobleza, y extrañamente, comenzaron a sentirse más cercanos a sus vasallos, aún más pobres que ellos. Fue así que los Daroschen se transformaron en los primeros en promover reformas a favor del pueblo llano tales como bajas de impuestos y la entrega de recursos o de tierras. Con el tiempo, nobles empobrecidos de otras provincias comenzaron a simpatizar con tales ideas, hasta llegar a formar un pequeño partido político, o más bien un movimiento ideológico, conocido como el "Grupo de los Iguales", que muy pocas veces había logrado llegar al parlamento. Nuspano era de hecho el único representante en ese momento. Sin embargo, era tomado en cuenta tan poco como su provincia.

Apoyó sus codos sobre el escritorio y juntó la punta de los dedos frente a su rostro, reflexionando. Era un tanto extraño que aún nadie hubiera pedido audiencia con él. Probablemente están negociando con los otros primero, pensó. Si algún bando conseguía ambos votos el asunto estaba acabado, y tal vez ya había sucedido. Se levantó para volver a mirar por la ventana. El patio rebosaba ahora de actividad. Pequeños grupos de conversación repartidos acá y allá. Senadores o funcionarios que atravesaban con apresurados y nerviosos pasos de un lugar a otro. Quizás los ganadores comentaban con regocijo como habían logrado seducir esos dos votos esquivos. Cerró los ojos y golpeó el muro con un puño. Sintió como su fervor se transformaba rápidamente en frustración, volvía a sentirse ahogado en ese mar de impotencia que lo anegaba desde que se había transformado en senador. Luego abrió los ojos y alzó la mirada hacia un gran cuadro que ocupaba casi totalmente una de las paredes laterales de la habitación. Era una escena típica de su tierra, los pescadores volviendo de la mar, arrastrando los botes por la arena, y las mujeres más al interior, sentadas alrededor de una gran fogata, preparando café en ollas ennegrecidas y manteniendo el pan caliente envuelto en trapos, escondidos entre las cenizas. Las nubes oscuras presagiaban tormenta, y los mantos de lana de las mujeres eran sacudidos por el viento. Pensó en los largos años en que esa escena llevaba repitiéndose. Pensó en la dureza de la vida y en lo cerca que estaba de poder hacerla un poco mejor. Miró por la ventana nuevamente, el patio parecía un hormiguero en plena ebullición y se dejó invadir un instante más por la esperanza. Tanto nerviosismo sólo podía significar que aún no se lograban acuerdos.

¿Qué era lo que debía hacer? Había anulado, no por un frío cálculo político, sino más bien como un modo de afirmar su independencia. Era una forma de decir que sus problemas no eran los suyos, pero sobretodo porque creía que la votación había sido decidida con anticipación. Pasara lo que pasara, -afirmó cuando fue su turno de hablar- su provincia y sus vasallos seguirían olvidados en su rincón, el más pobre, el más lejano, el peor. Sin embargo, si es que era él ahora, quien tenía el poder para decidir, –se dijo a sí mismo con vehemencia- entonces no habría guerra. No arrojaría una catástrofe más sobre su gente.

Estaba volviendo a sentarse cuando el secretario golpeó su puerta. -Señor Daroschen –dijo- El señor Gadaré Untié desea entrevistarse con usted.

Un hombre ya adentrado en la ancianidad ingresó en el despacho. Sus ropas eran el vestigio de una antigua elegancia, largos cabellos grises crecidos en desorden llegaban casi a la altura de sus hombros y una tan frondosa como hirsuta barba adornaba su rostro. Avanzó con paso decido hasta quedar frente al senador y luego, mirándole fijamente, habló con autoridad: -Falta sólo tu voto. Los otros dos ya se han pronunciado y el empate se mantiene. ¿Qué piensas hacer Nuspano?

Gadaré Untié era el líder del Grupo de los Iguales. Al igual que los Daroschen, su provincia de origen era una zona empobrecida. Los fértiles valles que alguna vez la poblaron habían quedado arruinados tras la guerra, ya que cuando el general del reino de Sorisftet se vio obligado a escapar hacia el continente, ordenó quemar todos los campos cultivables y luego cubrirlos de sal, condenando desde ese momento a toda la región a una mera economía de subsistencia. El credo de los Untié se volvió igualitario con la misma velocidad con la que su antiguo esplendor se hundía en la pobreza. Sin embargo, fue sólo en el momento en que Gadaré consiguió entrar al senado, 40 años antes, que terminó de perderlo todo.

Durante su período intentó promover la idea de un voto universal. Un hombre, un voto. Tal era su propuesta: darle derecho a voto al pueblo llano, y con ello la posibilidad también de ser candidatos. Sorpresivamente, su retórica, incendiaria y elocuente, comenzó a traerle partidarios, lo que signó su caída. Fue así que cuando el presidente del senado sufrió un intento de asesinato, Gadaré fue procesado y condenado como culpable, perdiendo no sólo sus escasas tierras, sino que también su título nobiliario. Su caída fue estrepitosa, pero le valió transformarse en el líder político y moral de los Iguales. Su autoridad iba más allá de un cargo o función, era el alma del movimiento, y también su cerebro.

Sobreponiéndose al nerviosismo que la inquisidora mirada del anciano producía siempre en su ánimo, Nuspano afirmó que pensaba entrar en conversaciones con los Conservadores, ya que se oponían también ellos a la entrada en la guerra, se interrumpió rápidamente, al notar como Gadaré sacudía su cabeza.

-Te equivocas. En esta oportunidad deberemos apoyar la guerra- dijo de improviso, con voz decidida y mirándolo con ojos de acero.

-P-p-pero… se supone que nosotros somos pacifistas- intentó responder el otro.

-Y lo somos. Pero a veces para conseguir la verdadera paz, hay que buscar la guerra.

-No entiendo, la guerra sólo serviría para continuar empobreciendo a nuestra gente-

-Escúchame bien hijito –le respondió Gadaré, utilizando la fórmula cariñosa con la cual trataba a sus cercanos- nuestro objetivo final es conseguir una república de pares, donde todos los hombres valgamos lo mismo, donde todos puedan entrar aquí, donde tú mismo estás sentado y poder decidir así sobre lo que es mejor para ellos y sus familias. Una república donde también los humildes que trabajan en los campos, en las minas, en el mar, puedan vivir mejor. Dime ¿es esto así?

-Sí señor, así es… y nadie expresa mejor nuestro sueño que usted.

-Bueno, entonces dime, ¿por qué quieres negociar con los conservadores? ¿Qué quieres pedirle a cambio de tu voto?

-Bueno… pensaba en que podíamos lograr una importante reducción de impuestos o también…- Nuspano no pudo terminar. El anciano golpeó fuertemente la mesa con su puño y apuntándole con el dedo le habló con vehemencia:

-¡Ese es tu problema! No observas desde lo alto, tu mirada llega demasiado cerca. En política debes saber apuntar hacia el futuro, ver la complejidad, la totalidad del problema. No es este el momento de logros mezquinos. El futuro del mundo está en juego y nadie piensa en pequeño. Debemos exigir el voto universal. Después de cuarenta años ha llegado por fin el momento. Si es que no aprovechamos esta oportunidad entonces puedes decirle adiós a tu sueño. Verás pasar tu vida, sin nunca acercarte ni un centímetro a él. Y cree lo que te digo, esa no es una vida agradable.

-P-p-pero cómo… no entiendo cómo podríamos lograrlo.-

-Escúchame bien. Debes negociar con los republicanos. Ellos están dispuestos a todo con tal de ir a la guerra. No importa contra quien, ellos quieren ir. Desean por un lado apoderarse de nuevos puertos para sus familias y comenzar a resurgir como nación de comerciantes y por otro, tienen puestos los ojos en las minas de diamantes de los Cohorspilanos, porque por si no lo sabes, han encontrado un nuevo yacimiento. Así, dominando los puertos del norte de la zona occidental, tendrán el monopolio de los diamantes, y con tal de conseguirlo están dispuestos a todo. Debemos apoyar la guerra apoyando al Partido Republicano, sólo así lograremos nuestro sueño.

-Pero si han sido siempre nuestros enemigos… nunca han dudado en derramar la sangre de los nuestros, siempre se han opuesto a cualquier ínfima mejora que propusiéramos…

-Debes mirar lejos hijo. A veces, para dar dos pasos hacia delante, es necesario dar antes, uno hacia atrás. ¿Me entiendes? Cuando el voto universal sea real y tengamos la verdadera mayoría, la del pueblo, entonces podremos ajustar las cuentas. Créeme.

Por unos instantes se hizo el silencio, Nuspano fijaba la mirada en el vacío, mientras jugaba nerviosamente con una pluma, moviéndola entre sus dedos.

-Creo que tiene razón. Sus palabras son sabias. No podemos desaprovechar esta ocasión, debemos saber utilizar este poder que ha caído en nuestras manos.

-Santas palabras hijito. ¿La votación será mañana no?

-Sí.

-Tenemos tiempo entonces. Debemos atar todos los cabos. Déjalo en mis manos.

El secretario golpeó suavemente la puerta y anunció al coronel Rodsó Toespan.

Acto seguido, el venerable anciano se levantó y casi en un susurro dijo:

-Lo ves, envían a uno de sus peces gordos a hablar con nosotros. Ya sabes cual será nuestra postura.